Resulta que pensaba dormirme. Ya era tarde. Mañana debo madrugar y aquí estoy. Miraba el techo oscuro, luces y televisión apagada. Esta última casi siempre. Para lo que hay que ver. Pero los pensamientos mandan. Para la soledad mi sutil cuarto de este pequeño departamento es una inmensidad. Resulta que los últimos 6 años aprendí a estar conmigo mismo. O al menos eso es lo que me digo para convencer al tedio. A veces es lindo. Pienso que para cualquiera sería insoportable convivir conmigo. Pero acá estoy. La una de la mañana y escribiendo, como en las viejas épocas, pero en las que me levantaba más tarde. Solía sorprenderme la luz del nuevo día en desvelo. Estos últimos tiempos duermo poco y pienso mucho en mi abuela. La Nona. Nunca pude entender porque dormía tan poco. Más tarde aprendí que sucede con los ancianos. Acá estoy. Pero tengo 53 años. ¿Envejeceremos más rápido? Todo es más veloz en estos tiempos. Tal vez nuestro reloj biológico... No sé...
Hace seis años y meses que me separé de un matrimonio de 24 años que según las estructuras había nacido para ser eterno. Hace menos de un mes me distancié de un creído amor ideal. Eterno... Ideal... La ingenuidad tiene tendencia a no aferrarse a lo real. Lo real es este desvelo. El techo oscuro. La tiranía de los pensamientos. No hay soledad. Hay pensamientos que te incitan a sentirte solo. Somos finitos. No hay eternidad. Hay pensamientos que te agigantan el horizonte hacia lo imposible de llegar a ver y hacia allá alucinas llegar. No hay Ideal. Hay pensamientos que te arrancan de lo terrenal y tientan a jugar al héroe mitológico del amor. Y allí estás. ¡Hércules! . No hay desesperanza. Hay pensamientos que te empequeñecen. Y al clarear veré la luz infiltrarse de a poco en la oscuridad inmensa del silencio inquirioso de mi habitación. Silencio que cuestiona. De a ratos intimida. Y desafiante dueño de vos, perverso te adormece apenas, para darse el gusto de despertarte. Sádico juguetón. Y sabes que debieras ser dueño y administrador de tus pensamientos. ¡Pero no! No hay docilidad. Subversivos, se rebelan. Despiertas una vez más. Temes indefenso. Te cuestionas decisiones en las que creías a ciegas. Dudas. Y peligra tu libertad, tu derecho a ser feliz. Reaccionas. Te piensas dueño de esos pensamientos una vez más. Conductor de tu destino. Amaneció y la luz del nuevo día inundó de ilusiones vírginales tu nuevo tiempo de andar... Vuelves a sonreir. Naturalmente. O te fuerzas a ello. Andar... Es una obligación ser feliz. A pesar del imsomnio. Debes Ser.
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