viernes, 26 de febrero de 2016

"Quien hace algo distinto, lucha por lo diferente, avanza contra las estructuras, es porque está loco"

Ha cumplido años el día de ayer desde donde sea que esté el Dr. Néstor Carlos Kirchner, ex Presidente de Argentina (2003-2007).
El siguiente es un texto relato que inspiró a su autor mientras se encontraba en el extranjero, más precisamente Luxemburgo. Decidí compartirlo porque me sucedió estando aquí en mi Patria e interpreto que no fuimos pocos los que vivimos y sentimos lo mismo.

A muchos y muchas que no conozco personalmente pero los intuyo.
(por Roberto Pages)

 Esperaba el turno para hacer un trámite y entré a una pc para el público que había allí. Ya la cerraba cuando, antes de apagarse del todo, vi con mi ojo psicótico de crítico, al sesgo, un condicional y una imagen. "Habría", me pareció, y creí ver la imagen de Kirchner. Volví a abrir la página, que decía que habría sufrido una descompensación y estaba internado en el hospital local. Nada más. Después, Clarín se adelantaba a la fiesta contando, regodeado, sus problemas de salud.Me tocó el turno. Me dieron los papeles y salí. Crucé la calle con augurios inciertos. En el bus, me dije: se va a morir, y después, se murió. Igual que en el 76, cuando me llamaron a La Lucila porque papá estaba mal. Nada malo, me había dicho Héctor, pero en el tren hacia Belgrano no paraban de caerme lágrimas. Se va a morir, sino se murió ya, pensaba. Tardó unas horas.En el departamento de Luxemburgo abrí la computadora y ahí estaba el título, grande. Se había
muerto, Kirchner se había muerto. Desde entonces, no he parado de leer. Digo que no he parado de putear y de llorar. He puteado por enésima vez a Morales Solá y a Rosendo Fraga, he puteado a todos los de Clarín; por qué representan pero más por el espíritu mezquino, de aves carroñeras, que los mantiene en pie. Y he llorado de emoción por las fotos que no había visto, por la cara de nene que tiene el hijo -a quien pintan como el petiso orejudo, y es alto y bonachón, capaz de reírse con el padre muerto al lado, seguramente por los disparates que le estaría diciendo Chávez. Y no he parado de llorar por las emocionantes notas de muchos, aun los imprevisibles, y por el dibujo de Daniel Paz en Página, y el de Rep también ahí.
Siempre pensé que a papá lo mató el tiempo, como a todos, pero que también, de a poco, lo mató el país. El golpe del '55 y la orfandad posterior durante 18 años, el miedo a perder el laburo con las amenazas -una vez concretada- de privatización o cierre de la imprenta del correo, el desencanto final de marzo del 76 con Isabelita y la nueva llegada de los milicos ocho meses antes de su muerte. Tantas cosas más.
Creo que, además de su salud, a Kirchner también lo mató el país. Un hombre del poder y en el poder, en pelea con el Poder de verdad en las sombras -que Kirchner sacó a la luz para hacer otra cosa, lo que nadie hizo antes en toda mi historia personal-, tiene que estar preparado para pelear con un Magnetto y su cáncer que no lo termina de matar. Magnetto como cifra de un mundo siniestro y, sobre todo, más amplio y poderoso. Está en las generales de la ley. Pero, qué le pasa a un tipo que trabajó 24 horas al día, duplicando todas las apuestas en contra, inventando y sacando conejos mágicos para levantar un país y una sociedad muerta y enterrada como era la Argentina del 2001/3, qué le pasa en su alma, en su cuerpo, digo, cuando los tipos que él levantó no sólo admitieron sino que apoyaron durante meses los cortes de ruta del "campo", su inflación y su desabastecimiento, poniéndose del lado de -nada menos- la sociedad rural, de los Martínez de Hoz, digamos. Y qué le pasa cuando el insulto y el agravio es diario y constante, no sólo a él sino también a su mujer: puta, yegua, bipolar, un larguísimo etc. Esa sociedad, sobre todo clase media, se puso en contra del tipo que los había salvado, y hasta permitieron el asesinato, poco difundido en los grandes medios: el infeliz que murió porque los piquetes finolis y forrados no dejaron pasar la ambulancia que lo llevaba de urgencia al hospital. A ese tipo ignoto también lo mató el país, o una parte del país. Una parte grande, demasiado grande, no me engaño.
Hubiese sido interesante que ese tipo se hubiese salvado en el último segundo y le hubiesen contado: se salvó de milagro, amigo, los piquetes rurales casi lo matan pero logramos salvarlo. Y también que ese tipo hubiese tenido huevos para salir a los medios a denunciarlo. Pero éstos, ahora, son jodidos ejercicios ficcionales sin importancia. El tipo está muerto.
Y Kirchner, Néstor, también.
¿Vale la pena el relumbrón masivo después de su muerte? Quiero creer que sí, casi necesito creer que sí, caras de la muchedumbre me lo confirman, pero no olvido: la clase media argentina -acaso todas las clases medias- es Clarín (al revés de lo pregonado, yo pienso que "la gente" no reproduce lo que dice el diario, sino que es éste el que escribe, desde su fundación, el íntimo relato de esa clase, y por eso su venta masiva por décadas). Y la clase media fue, sucesivamente y también al unísono, la coordinadora radical (la mediocridad hecha institución), fue Menem, De la Rúa, fue Carrió y fue
Blumberg, fue y todavía es Macri en alta proporción, y la última vez fue Solanas, y esa clase dice "mi plata de la AFJP", se embronca si le sacan Fibertel, y con la nariz levantada -y el culo pegando en el cordón- grita que quiere tener independencia para elegir... y mira y oye el casi 90% de la tv y radio manejada por Clarín. Frente a Filmus, hombre de Néstor en la ciudad, representante de la "levantada" goleadora después de la debacle, esa gente le dio a Macri el 60% de sus votos. Se pretenden independientes, que no se casan con nadie (azuzados por los medios, y porque les gusta soñarlo), pero hay una constante: siempre eligen hijos de puta. Una independencia selectiva.
Mientras, Néstor, Kirchner, se moría. Y ahora se murió.
Nadie definió mejor a Kirchner que Duhalde: "yo lo puse al loco, yo tengo que sacarlo". Aparte su vanidad sin sustento, encontró la palabra justa, loco, esa palabra tan necesaria para todos los gobiernos, de cualquier signo, y para cualquier sociedad. Vieja como el mundo. Quien hace algo distinto, lucha por lo diferente, avanza contra las estructuras, es porque está loco. La Unión Soviética los mandaba a Siberia, en las mazmorras francesas -y del cualquier otro lugar- los encerraban hasta que se volvían locos de verdad, a veces los han quemado y otras, los han desaparecido. ¿Alguien duda de que Kirchner estaba loco? Pensaba hacer una larga lista de sus cosas y de las reacciones que provocó, pero Luis Bruschtein, hoy, me ahorró trabajo:
“Un año atrás, uno se peleaba hasta en el quirófano con el cirujano que lo estaba por operar. En la Capital nadie podía decir que era kirchnerista o que este Gobierno no era tan nefasto. Hasta el encargado del garaje se mimetizaba con los patrones y discutía como si fuera dueño de varias hectáreas en la Pampa Húmeda. Parecía que el que no odiaba o no despreciaba al Gobierno y a sus seguidores y simpatizantes también se merecía la misma miradita despectiva. “Son peores que la dictadura”, decían algunos y parecía lo más normal del mundo. En el gimnasio, kirchnerismo era mala palabra; en el country, pecado mortal, y en la reunión de consorcio mejor ni hablar. Pero ayer y anteayer, la Plaza y el trayecto de la caravana fúnebre que llevaba el ataúd del ex presidente Néstor Kirchner estaba a reventar de clase media. Había de todo, también obreros y villeros y muchísimos jóvenes, pero también mucha clase media, que es la que vive más cerca del centro de la ciudad, y la mayoría de los que estaban habían llegado por sus propios medios.”
Y agrega:
“Esas personas salieron de abajo de las baldosas, cambiaron el escenario. Seguramente no son las mismas que expresaban y expresan tanto odio y superioridad, amparadas en el discurso hegemónico de los grandes medios. Los que estuvieron despidiendo al ex presidente tuvieron que aguantar todo este tiempo ese discurso tan agraviante y descalificador. Se lo aguantaron sin abrir la boca porque seguramente creían que eran ellos solos los que pensaban así. Ellos contra una inmensa mayoría, era una sensación permanentemente confirmada por la voz uniforme y corporativa de casi todos los opinadores políticos, los zocaleros y los informativos de los grandes medios. Entre todos forman una sola voz que supuestamente habla en nombre de todos pero que deja, por lo menos, a medio país afuera. Una sola voz hegemónica que excluye a grandes sectores de la sociedad.”
En el mejor de los casos, tarde. Siempre tarde.
EN ESPEJO
He pasado horas pensando por qué Néstor se murió el día del censo, un rato antes de que comience. En la noche, en la madrugada posterior a su muerte, ya en la cama, recordé su cara en el Luna Park después de su angioplastia. Yo había puteado a los hijos de puta que le auguraban un final político -mientras deseaban el final físico- por su salud, pero al verlo en un plano de la televisión, recordé que me dije: está jodido, se le nota. Pensé: no sé si él lo sabe pero su cuerpo sí lo sabe. Y entonces, esa noche de dolor y soledad, imaginé que fue su forma de decirle al censista "conmigo no cuenten". Para la etapa que viene no cuenten, digo. El cuerpo se lo decía, aunque acaso él no sabía interpretarlo. Ese cuerpo propio y, sin embargo, tan extraño muchas veces. Después me enteré que el día anterior a su muerte estuvo en Río Gallegos en su mesa preferida de su café preferido. Qué raro es todo. Su despedida del pueblo donde nació, donde jugó y se hizo hombre. Despedida íntima, y secreta hasta para él. ¡Aquél viaje inopinado de papá a La Plata para ver a Federico, su primo hermano, pocos días antes de morir! El Francés en mi novela La cita, acostándose con Lola después de cuatro años, despidiéndose de una buena mujer y de su cuerpo en el día último.
Tengo para mí que se viene una etapa con dos posibilidades. O Cristina se hunde, no parece, o la matan también, es una. La otra viene en espejo invertido -no sé- con los cincuenta y la muerte de Eva. Ayer fue ella quien murió, y Perón pudo hasta que no pudo más. En esta historia triste y jodida como casi todas las historias nuestras -de nuestro país, digo-, Néstor, en su destino de lucha y pelea y muerte joven, es Eva. Y si, como pienso, este es tiempo de mujeres, Cristina podrá si los imbéciles menguan su miedo y su torpeza y su imbecilidad -los hijos de puta no lo harán-, terminará lo que comenzó un año después de nacer yo, y, acaso, los de acá encontremos un lugar más amable en el mundo.
Pero estos días son de congoja y de ojos como ríos desbordados. Se murió Néstor por su pasión, y lo ayudaron con su miedo y su banalidad pretenciosa y engrupida los que ya nombre varias veces. Esa isla de cordura rodeada de extranjeros locos, según cuenta Le Carré sobre la pretensión de los suizos de ser, precisamente, eso. No lo son, claro.
En el '93 canté mi mea culpa y mi arrepentimiento por no haber entendido las lágrimas de papá cuando murió Perón, que había transformado a la clase obrera en sujeto histórico por primera vez, como dice un escritor español antiperonista por su trato con Franco, pero lúcido para confesar que no entiende al peronismo y, sobre todo, para aceptar eso que acabo de escribir, que fue el primero en el país en darle una identidad histórica y social a la mayor parte de la sociedad argentina. Eso que el Gatica de Favio no para de repetir en toda la película, "a mí se me va a respetar, a mí se me respeta, carajo". No es el choripán ni la máquina de coser, es el reconocimiento. Dejar de ser un ente traslúcido donde la mirada del otro no registra tu existencia, salvo para joderte o matarte. Eso perdía papá en el '74, y por eso lloraba.
Aquel día del '93 escribí mi pena tardía por la incomprensión de ese hecho, pero era culpa y remordimiento por mi incapacidad. Ahora se murió Néstor y aprendí otra cosa. Ahora sé, porque mi cuerpo sabe, qué profundo lloraba papá. Ahora soy él, definitivamente, porque ahora siento como sentía él, lloro como lloró él. Llorar solo.