Por algún momento me reprimí, pero debo decirlo, este año LA SERENATA A CAFAYATE me dolió de verdad y por muchos motivos.
Estuve circunstancialmente trabajando para extractar y emitir un Especial para la Tv Pública el próximo domingo 27, ojalá sea posible y pondré lo mejor de mi. Pero me dolió tanta inoperancia organizativa.
Salta se merece tener el mejor Festival Folclórico del país y del mundo, pero no es así y lo sabemos todos, pero por algún extraño motivo nos bancamos eso y lo aceptamos en silencio.
Es la Serenata XXXVII (37). En cuanto a logística operativa va de mal en peor. ¿Qué es lo que impide o condiciona para que la Serenata a Cafayate tenga un trato verdaderamente profesional y actualizado en cuanto a espectáculo? No lo sé. Los Artistas están y el criterio de programación es tema aparte o para otro análisis. Pero el ámbito escenográfico, el predio, las luces y el sonido distan muchísimo de lo deseable. La logística de seguridad y contención anfitriona para el público es lamentable.
Este año al Pueblo de Cafayate en donde “vive el Sol” asistió una visita aparentemente inesperada, la lluvia. ¿Y por qué no? ¡Tiene derecho! Ella quiso formar parte de esta Fiesta, pero lo que jamás imaginó es que “sin querer” pondría en evidencia tanta imprevisión e irresponsabilidad. Entonces comenzó la vistosa danza de “haraganes secadores” empuñados por chicos y chicas del pueblo que intentaban desesperada e inútilmente desagotar el inundado escenario, mientras muy al borde “salpicaba la visita” el cablerío que alimentaba todos los equipos de las bandas de músicos y sistemas de sonido e iluminación, bajo un ¿techo? Inexistente.
Atrás, entre bambalinas, los conductores de la Serenata, poetas de las glosas, periodistas y artistas estaban acantonados en la intemperie buscando rincones y aleros para esquivar el constante aguacero que no cesó durante toda la Fiesta.
Los Artistas expresan en la escena la felicidad de asistir, pero antes y después de actuar se quejan a media voz, o callan asintiendo simplemente con la mirada algunos molestos comentarios..
La gente asistente critica la desorganización festivalera y la borrachera adolescente, inclusive en presencia de padres, pero de alguna manera miran para un costado y la mayoría se desentiende de los hijos que andan a los vómitos, mientras grotescamente por los parlantes se escucha la voz de una locutora que pretende inhibir con algo sobre un supuesto “control de alcoholemia” que desata chiflidos multitudinarios. Difusión que obviamente ordenan los mismos que autorizan la venta indiscriminada de todo etílico en el predio. Si antes Cafayate era vino… Ahora es Vino (del bien barato) + Fernét + Cerveza y todo lo que engendre el Dios Baco.
Mi pregunta es: ¿Qué esperamos? ¿Un dramón o una tragedia? ¿Un caso Carrasco o Cromagnón a la medida del Festival?
En “Cafayate no hay penas” reza uno de los versos carperos de nuestro cancionero. Las Autoridades no deberían tentar al Diablo que ya nos escondió el Sol en esta Serenata.
Ignoro, repito, cómo es la cosa realmente, pero ya es hora que el Gobierno de Salta y Municipio Cafayateño reaccionen tomando en serio y profesionalmente la obra pública para el predio. Éste u otro. Y por supuesto las necesidades técnicas y operativas para un Festival o espectáculo que alberga 20.000 almas festivas, ebrias o no, que confían su integridad a quienes los convocan a formar parte de la Fiesta, tal vez seguros o convencidos de estar bien cuidados y les ofrecen lo mejor. Nadie duda que es una de las fiestas más importantes de Salta. ¿Por qué no darle importancia desde la inversión?.
Salta se merece el mejor Festival del Folclore, pero es triste, estamos muy lejos de ofrecer al país el mejor espectáculo de continuar tanta desidia o improvisación.
Y un detalle más… Con la admiración y respeto que le tengo al Chaqueño Palavecino, no fue muy feliz su comentario: “¿Se siguen mojando…? Si Ustedes saben que tienen que venir a esta hora - (las 06.00 de la mañana) – ¡pa´qué se vienen a mojar temprano! La culpa no es mía que Uds. se mojen!”… - ¡Una verdadera traición del ego, que todos tenemos, pero veo que en algunos un poco más!
Pregunto. ¿Y los otros artistas? Más de 100 creo… ¿No tienen derecho al público?
Yo apuesto y quiero creer, que 2011 para la Serenata fue una lección aprendida. Estaré en el 2012 porque quiero ser uno de los primeros en ver el “gran cambio”.